LOS CAMINOS DEL ARTE



Donde el arte cambia de mano


En la casa de subasta, el arte pasa a ser un negocio. Entre 10 y 15 subastadoras rematan cuadros en Buenos Aires. Los precios están relacionados con los caprichos del mercado y solo tienen lugar las obras de autores reconocidos.

La calle Arroyo es considerada el epicentro del arte bonaerense. Varias galerías, casas de antigüedades y embajadas se ubican allí. Crédito: Francisco Massarotti
Tres personas esperaban que la casa Arroyo abriera sus puertas. Un hombre pelirrojo vestido de traje hablaba por teléfono. Corroboraba los precios de cada una de las obras que le interesaban. Estaba esperando hacer un buen negocio esa noche. A su lado, dos ancianas con carteras Louis Vuitton se quejaban del frío. El local esta ubicado a metros de donde aconteció el atentado a la embajada de Israel, tenía colgado en el primer piso un cartel rojo, que anunciaba que era noche de subastas.
El mercado formal del arte en Buenos Aires se organiza alrededor de galerías, subastadoras privadas y públicas y museos que realizan subastas anuales. Arroyo pertenece al pequeño grupo de casas subastadoras que casi mensualmente organiza un remate. Algunas de las más importantes son Saráchaga, Breuer Moreno, J C Naón , Verbo , Roldán, Roca, Bullrich y Azur.

La galería Arroyo fue creada en 1989 por Manuel Ramón Y Augusto Mengelle, y a partir de 1997 comenzó a organizar subastas de pintura argentina. Crédito Francisco Massarotti.
Finalmente a las 19 y 10 Arroyo abrió sus puertas y la gente tomó asiento. Algunos se sentaron frente a la tarima, otros se ubicaron un poco más atrás, quizás por cábala. Los empleados de la rematadora preguntaron a cada uno si pensaba comprar. Aquellos que contestaron afirmativamente pasaron a acreditarse. Los demás admiraban los cuadros en exposición. Muchos serían subastados esa misma noche.
La pequeña sala olía a cigarrillo y perfume de señora. Unas 25 personas sostenían unas paletas blancas. Cada una tenía un número que ayudaba a identificar al comprador. 19 y 35 ingresó por una puerta lateral el martillero y director de la institución, Manuel Ramón, un hombre de unos 60 años con patillas, quien rápidamente saludó, dejó en claro las condiciones para pujar y dio por comenzado el remate.
“El primer lote está formado por un Castagnino, hermoso Castagnino, óleo sobre tela, 100 x 65 cm, firmado abajo a la derecha. Precio de base de 18.000 dólares” anunció el rematador. Una de las empleadas informó al martillero que por encargue ofrecían 21.500. “¿Alguien supera señores?, vamos rápido que son muchos” preguntó Ramón. Nadie levantó su paleta y por primera vez se oyó el ruido del martillo. En cuestión de segundos, el cuadro del famoso pintor Juan Carlos Castagnino tenía nuevo dueño.

“Gringa y criolla” de Juan Carlos Castagnino está fechado en 1953. Acá podés ver el catálogo completo de la subasta. Crédito: www.artnet.com .
Un asistente vestido de chaleco cambió un cuadro por otro y ubicó el recién vendido en una habitación continua. “El segundo, un Soldi de 70 x 50 centímetros, óleo sobre tela firmado abajo a la derecha” informo nuevamente el martillero. Esta vez la misma ayudante gritó que había oferta en el teléfono. Cuando un interesado no puede asistir a la subasta, participa a través de un teléfono. Una de las trabajadoras del local se encarga de transmitir al rematador las ofertas del ausente. Un hombre levantó su paleta y ofreció 20.000 doláres. Pero la oferta telefónica escaló a 26.000 dólares. “Vendido al teléfono, buena compra” concluyó Ramón.
A las 20:30 ya se habían vendido la mitad de los cuadros y el precio más alto fue de la segunda pintura. Los compradores se repetían continuamente. Especialmente el dueño de la paleta número 36, un hombre de pelo largo, vestido de camisa a cuadros que en un principio parecía estar dispuesto a llevarse todo. Con el paso del tiempo la situación cambió y aparecieron nuevos ofertantes.
Uno de los lotes más importantes incluía un Molina Campos que se vendió por 22.000 dólares. “Nunca vi que un Molina como estos se vendiera por menos de 35.000” agregó el rematador, “otra muy buena compra”.
La última venta se concretó a las 21:04 y solamente diez personas seguían en el lugar. La venta fue rápida, una persona ofreció 800 dólares por el cuadro sin título de Juan Mele y se lo llevó a casa. El rematador de patillas dio las gracias por haber aguantado su voz y todos los asistentes se pararon, como cuando el árbitro marca el final de un partido de fútbol.
Por: Francisco Massarotti